Por nada
estéis afanosos, sino sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios en
toda oración y ruego, con acción de gracias.
Filipenses
4:6
Pablo
apóstol de Jesucristo, nos exhorta a través de la carta escrita a los
hermanos Filipenses, a que no estemos
afanosos por nada. Siendo que la vida del hombre en el planeta está atada al
afán, debemos preguntarnos a qué específicamente se refería el apóstol.
Estoy
seguro que Pablo, entendía y aplicaba las palabras del Maestro:
Por tanto
os digo: No os afanéis por vuestra vida, qué habéis de comer o qué habéis de
beber; ni por vuestro cuerpo, qué habéis de vestir. ¿No es la vida más que el
alimento, y el cuerpo más que el vestido?
Mateo 6:25
Está claro
que si en lo esencial para la vida que es el alimento y el vestido, no debe de
preocuparnos, entonces: ¿En dónde queda todo lo demás? , bueno pues el apóstol
lo explicó:
“Por nada
estéis afanosos”
Una vida
perfeccionada en la confianza en Dios, basada en el llamado de la fe cristiana
a renunciar a todo, está libre de afanes.
Recordemos lo que afán significa: “ansia o deseo intenso
de conseguir algo.”
Por eso es
que Pablo recomienda que ante todo deseo intenso por conseguir algo, lo mejor
es venir delante de Dios en oración, en ruego (y aquí enfatiza) con acción de
gracias.
Dios nos ha
llamado a vivir una vida de agradecimiento.
Recordemos que el agradecimiento del creyente
se basa en conocer que Dios nos eligió para ser salvos, y esto por gracia, o
sea gratuitamente.
El creyente sabe que todo en el mundo es
vanidad, y que lo verdadero e imperecedero es la herencia de los hijos elegidos
de Dios.
La vida eterna es lo que Dios nos ha dado como
premio, por eso el creyente es agradecido, por la elección, por la salvación,
por Jesucristo, y por esa misma razón no tiene sentido estar afanados por cosas
perecederas, siendo que además esto denota desconfianza en la capacidad de Dios
de proveernos de los que necesitamos.
La razón
por la cual no debemos afanarnos es
porque el afán actúa como un
elemento impermeable, afectando al corazón del hombre, y no permite que el agua de la palabra de Dios
riegue sus mentes.
“…pero los
afanes de este siglo, y el engaño de las riquezas, y las codicias de otras
cosas, entran y ahogan la palabra, y se hace infructuosa.”
Marcos 4:19
Cuando una
persona se afana por cualquier cosa en esta vida, está reduciendo su capacidad
para oír la voz de Dios, de entender su voluntad y de someterse a ella.
Basta ver
el mundo en que vivimos y darnos cuenta, que el enemigo sabe muy bien el efecto
que el afán produce en el hombre, este efecto le deja a merced de las
maquinaciones satánicas, pues el hombre está desapercibido de el real peligro,
ignorando la voz de Dios a causa de sus intensos deseos de conseguir cosas
materiales, riqueza o fama.